Gracias a Andrés de APU Veo Digital, me enteré de que el grupo El Pou, Grup d'Estudis de la Vall d'Horta i la Muntanya Pelada, organizaba un segundo paseo en torno a la figura del bandolero Rocaguinarda por la zona de Horta y Guinardó.
Existía una seria amenaza de lluvia para ese día, sin embargo, ésta poco a poco se fue diluyendo e incluso llegué a salir de casa ya sin paraguas. La ruta se iniciaba en el Mas Guinardó.
El mas o palomar, ya que al parecer ése fue su uso original, está situado en un pequeño cerro denominado Cogoll desde el que se contempla unas magníficas vistas de la ciudad.
Poco queda de la masía original y tenemos que dirigirnos al bar para observar unos antiguos muros que es de lo poco que se conserva.
La situación del mas era estratégica, motivo por el que también se lo relaciona con la figura de Perot Rocaguinarda, el bandolero legendario que llegó a aparecer en la segunda parte del Quijote. Sin embargo, el significado de la palabra bandolero no es el que tenemos actualmente. En aquella época, s XVII, se entendía como aquel que pertenecía a un bando o grupo armado al servicio de un señor feudal. Rocaguinarda fue el jefe del bando "nyerro" que estaba enfrentado al bando "cadell". Se dice que el nombre de Guinardó procede incluso de Rocaguinarda, sin embargo el bandolero es posterior a éste y más probablemente proceda de "Guinarda" (zorro).
Actualmente el mas es el Casal d'Entitats Mas Guinardó. De allí partimos hacia la fuente del Cuento, o también conocida en aquella época como de la Bruja.
En tiempos del bandolero, este popular rincón del Guinardó a pies del parque y en el curso de la riera de la "Guineu", debería tener un aspecto muy diferente, pero podría también existir una fuente alrededor de la que reunirse. Actualmente de la fuente no mana agua y solo observamos un par de puertas tapiadas. Tras una de ellas se oculta una mina. También podemos observar una piedra con las siguiente inscripción:
La fecha y la frase que la sigue pueden hacer referencia a la toma de decisiones sobre límites territoriales. La ruta dejaba atrás el parque y seguía su recorrido por calles empinadas que no dejaban duda de su pasado agreste y como nos explicaron. algunas de ellas antiguas rieras. Las transformaciones urbanísticas, sin embargo, han afectado a sus cauces convirtiéndolos en calzadas, así como al recorrido de antiguos caminos.
Fue interesante saber que las vías más importantes hoy en día, no lo fueron entonces, o que varias de las calles han recibido diferentes nombres. Calles que esconden pequeños tesoros arquitectónicos.
Descubrimos también el significado de los nombres de algunas calles, como la del "Arc de Sant Martí" (Arco iris), por su forma y orientación, o el de Vilapicina, que aunque a muchos les recuerde el lugar donde se practica la natación, más bien tiene que ver con pegamento.
Otra de nuestras paradas fue en Santa Eulalia de Vilapicina. Allí pudimos ver un par de ventanales medievales en un antiguo hostal.
Chordi no pudo resistir la tentación de hacernos notar el poco tacto que tuvieron al instalar todo ese cableado que afea uno de los rincones más hermosos. Al fondo vemos la iglesia desde cuyo interior se puede ver un pequeño rosetón.
Masías salvadas de la especulación, torres de agua para abastecer fábricas de almidón, rieras al borde de la desaparición...pero lo que más me sorprendió fue descubrir un rincón con auténtico encanto: la calle Aiguafreda.
Este encantador testimonio de épocas pretéritas donde las mujeres de Horta lavaban la ropa de la gente adinerada ha sobrevivido milagrosamente a la especulación. Es de entonces el dicho catalán: "Tanta roba i tan poc sabó, i tan neta que la volen" (Tanta ropa y tan poco jabón, y tan limpia que la quieren). La abundancia de torrentes y la escasez de industria fue la que facilitó el crecimiento de esta actividad, no exclusiva de esta calle en aquel entonces.
Ver además:
APU Barcelona: Un paseo por lugares de leyenda. El secret del bandoler Rocaguinarda 2
Instants Barna: Un poble en un carrer
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