La mañana del sábado salimos dispuestos a dejar que el destino volviera a favorecernos, así de seguros nos sentíamos tras el afortunado encuentro del día anterior. Pero los golpes de la fortuna son muy raros o como se suele decir, no todo el campo es orégano. Pero tampoco podemos quejarnos. De hecho, al bajarnos una parada antes pudimos ver como un nutrido grupo de artistas del encaje de bolillos realizaba sus obras en la plaza Comas.
Se trataba de una "trobada de puntaires" que, viendo la dificultad de este arte manual, no me extraña el dicho.
Pero nuestro destino se situaba unas pocas calles más arriba, el Roca Barcelona Gallery. En él se expone hasta el 4 de noviembre una muestra de fotografías de Francesc Català Roca sobre Nueva York (arquitectura en color).
A diferencia de la exposición que pudimos ver en la Pedrera, en esta ocasión las fotografías son todas en color. A este respecto Català Roca opinaba que cada técnica tenía su tiempo. Además, muchas de las fotografías se presentan en parejas formando curiosos dípticos, algunos de los cuales debes fijarte bien para darte cuenta que se trata de dos instantáneas.
Además de disfrutar de la exposición nos ha encantado el espacio, un lugar muy adecuado para emular al genio de Valls.
La exposición se reparte entre tres plantas pudiéndose ver en la superior una muestra de los artículos de la marca Roca entre los que encontramos uno con connotaciones a la gran manzana.
Tras salir por la puerta automática con leds azules,
miramos arriba temiendo que, como nos ocurrió la primera vez que quisimos subir al Mirablau, el cielo se nos cayera encima,
pero las nubes se alternaban con los claros, por lo que decidimos subir a la montaña. Tras 3 buses conseguimos llegar a la plaza del Doctor Andreu, junto al funicular que sube al Tibidabo,
donde, además de disfrutar de unas magníficas vistas, íbamos a resarcir nuestro apetito que a esas alturas del día ya era mayor de edad. Para ello escogimos el bar restaurante Mirablau. Y en esta ocasión tuvimos la suerte, de encontrar una mesa vacía junto al gran ventanal. (En este caso nos hizo más ilusión ver la mesa vacía que ocupada ni que fuera por el más reputado director de cine).
Y para amenizar las vistas, unas tapitas.
Luego, antes de regresar a la gran ciudad, dimos una pequeña vuelta por los alrededores.
En ocasiones, compaginar según qué actividades resulta un auténtico encaje de bolillos, pero siempre son, en cualquier caso, experiencias altamente gratificantes.
Ver también: Català-Roca en la Pedrera, la Tagliatella y Lolita Bakery
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