Granada: El Realejo

Viernes 22 de abril por la tarde
Después de comer más y peor de lo que teníamos previsto, nos dimos una vuelta por el centro, pero fuimos encontrando todo cerrado: la Catedral, la Capilla Real...




Aprovechamos para comprar algunos roiboos y unas vainas de vainilla que estaban a buen precio en los puestecillos ambulantes que se encontraban por los alrededores. Lo más curioso es que mientras estábamos allí comprando, apareció una chica extranjera con pinta de pija que no se le ocurre otra cosa que preguntarle a la herbolaria que si también vendía maría. Evidentemente la mujer se la sacó de encima con todo su salero andaluz, cosa que le hizo mucha gracia a Ángeles.


De ahí fuimos a la calle Calderería Nueva donde nos tomamos un té y un zumo con pastitas árabes (a pesar de lo mucho que habíamos comido). La calle estaba llena de teterías y de tiendas de artesanía árabe. Nos costó mucho encontrar un sitio, ni que fuera para dos personas.




De allí fuimos un rato al hotel a reponer fuerzas, y nos preguntábamos si veríamos alguna procesión de Semana Santa en Granada, y la respuesta la obtuvimos de camino al restaurante en el que íbamos a cenar.





Lo cierto es que nos impresionó mucho más de lo que nos esperábamos. Y cuando la procesión hubo pasado llegamos al restaurante Hicuri. Se trata de un vegetariano que tiene las paredes decoradas por el Niño de las Pinturas. Al parecer un graffitero bastante famoso en Granada y lo cierto es que sus obras están bastante bien.





Como también estaba muy bien la comida del restaurante. Yo me pedí un plato combinación de otros cinco en el que destacaba el seitán al curry



Ángeles se pidió una crema de verduras y de segundo pasta:



La verdad es que cenamos excelentemente en un ambiente agradable y con amabilidad.






Ya de noche aún tuvimos fuerzas para dar un paseo por el Realejo e intentar hacer algunas fotos más.



Aún nos dio tiempo de tomarnos un postre de camino al hotel. Y esto es todo lo que dio de sí el primer día completo en Granada. Debíamos irnos pronto a dormir pues al día siguiente deberíamos madrugar para poder ir temprano a la Alhambra.


Por cierto, ésta es nuestra entrada número 100, y, aunque en principio habíamos pensado en hacer algún post especial finalmente optamos por mantener el orden de entradas que iban tocando. Quizás más adelante escribamos algo al respecto, pero por ahora el recuerdo de este viaje nos pareció una forma muy acertada de celebrar este número.

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Granada: Albaicín

Aunque llegáramos a Granada el 21 de abril, da la sensación de que este viaje lo habíamos empezado hacía mucho tiempo. Desde el principio estuvo marcado por la incertidumbre, que únicamente resultó ser una cuestión climática. Pero no sé si deberíamos quejarnos por el mal tiempo teniendo en cuenta que todo nos fue bien excepto algunos ratos de espera en los aeropuertos y en la Alhambra. Mientras que en lo positivo destacaría la amabilidad de la gente, lo increíblemente hermosa que es la ciudad, y los sabrosos descubrimientos gastronómicos.
Nos hospedábamos en el hotel Las Almenas y, aunque no había sido nuestra primera opción, estuvimos muy a gusto y excelentemente atendidos.

Viernes 22 de Abril por la mañana
Después de desayunar en la pastelería Ysla de la calle Acera del Darro, cogimos el 7 hacia el Albaicín y nos bajamos en la parada posterior al mirador de San Cristóbal. Desde allí caminamos hasta el mirador de San Nicolás. Por el corto, aunque intrincado camino, pronto descubrimos la esencia de esta parte de la ciudad.





Desde el mirador de San Nicolás pudimos deleitarnos con las magníficas vistas de la Alhambra.




A continuación nos perdimos por las calles del Albayzin hasta que conseguimos encontrar la cuesta de Chapiz.



Hicimos el aperitivo en el paseo de Los Tristes




Visitamos el convento de Santa Catalina de Zafra y el Bañuelo





Llegamos hasta la Plaza Nueva donde entramos en la iglesia de Santa Ana



De ahí buscamos un sitio donde comer y acabamos en una pizzería del centro que no tenía nada de especial.
Continuará...

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Granada

La Alhambra de Granada desde el mirador de San Nicolás

Gracias a todos los que lo habéis intentado a pesar de que no era fácil y enhorabuena a Guacimara y Xiscu que lo han acertado. Lo mantuvimos en secreto para poder hacer este pequeño juego, pero me temo que las próximas entradas van a ser monotemáticas.

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Agua oculta que llora

¿Dónde hemos estado esta Semana Santa?






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La Trieste de Magris en el CCCB

Cuando mi amigo M propuso ir a ver esta exposición no le dije que no, a pesar de que no conocía nada de Trieste ni de Claudio Magris. Hacía tiempo que habíamos ido a ver otra exposición de la misma serie: "Las ciudades y sus escritores"; y en aquella ocasión fue Joyce y Dublín, y dado que guardaba tan buen recuerdo, ahora no podía negarme. Además, era la oportunidad de conocer a Magris y un poco de esta ciudad del norte de Italia.


Y tampoco me defraudó. La verdad es que las exposiciones del Centre de Cultura Contemporanea de Barcelona (CCCB) son muy creativas y constituyen en sí mismas obras de arte.
El visitante debe realizar el recorrido con los cinco sentidos. Sentir la fuerza de la bora, el viento de Trieste, palpar las piedras del Carst y percibir el mar Adriático. Sorprenderse con el fragor de las guerras y escuchar canciones triestinas. Sentarse en el célebre Caffè San Marco:


Entrar en la conocida Librería Antiquaria:


Y recorrer el Danubio, a través de una evocación de su curso por Centroeuropa, en homenaje al célebre libro de Magris, a partir de la lectura de algunos de sus fragmentos.


La muestra incluye materiales expositivos tan diversos como instalaciones audiovisuales, objetos y pinturas originales:

Boceto realizado por James Joyce
Lecturas de pasajes literarios e incluso una película, Dietro il buio (Detrás de la oscuridad), producida ex professo a partir del libro de Magris Así que usted comprenderá.
En esta exposición Claudio Magris se convierte en el hilo conductor y el nexo con su ciudad. Los extraordinarios y, al mismo tiempo, complejos textos de Magris a menudo hacen alusión a Trieste, a sus personajes anónimos y célebres, a la historia de la ciudad y a sus propios recuerdos.


Y, como es costumbre, después (en otras ocasiones antes) fuimos a comer. No tuvimos que caminar mucho pues entramos en el restaurante del Pati Manning en el "Centre d'Estudis i Recursos Culturals" (CERC) junto al CCCB. Pedimos la carta y comimos bien pero, sobre todo, disfrutamos de un entorno tranquilo e incomparable:


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